El riesgo genómico del trastorno compulsivo canino severo

El trastorno obsesivo compulsivo es un trastorno neuropsiquiátrico muy común, que afecta, aproximadamente, entre el 1 y el 3% de la población mundial humana. La Organización Mundial de la Salud cataloga el TOC como una de las enfermedades mentales más discapacitantes.

El trastorno obsesivo compulsivo es caracterizado por conductas repetitivas y pensamientos angustiantes en personas, en cambio en el trastorno compulsivo canino da lugar a persecuciones repetitivas de rabo, excesivo acicalamiento  y conductas asociadas a chupar objetos como toallas, mantas o juguetes.

Un estudio investigó la genética profunda de la severidad del trastorno compulsivo canino. El objetivo era identificar nuevas conexiones entre el trastorno obsesivo compulsivo humano y el trastorno compulsivo canino, para conseguir una mayor eficacia en las intervenciones terapéuticas a la hora de tratar ambos casos.


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El comportamiento compulsivo canino comparte características distintivas con el trastorno humano, como son la capacidad de respuesta a fármacos y la homología estructural con respecto al TOC humano, por lo que el modelo animal se considera muy importante en cuanto a las investigaciones en este campo.

En el estudio se aprovecharon los rasgos inherentes de la genética de las diferentes razas caninas, donde los factores causales derivan de un reducido número de mutaciones ancestrales. Los investigadores cotejaron la secuencia del genoma completo de 70 perros de raza Doberman Pinscher para buscar los factores hereditarios que exasperan el trastorno compulsivo canino y se identificaron con éxito dos loci en los cromosomas que los relacionaban fuertemente con dicho trastorno, además, se identificó un tercer locus que mostró evidencias de asociación.

El locus más estrechamente asociado con trastorno compulsivo canino severo se encuentra en el cromosoma número 34, en una región que contiene tres genes del receptor de serotonina. El segundo locus que muestra correlación con el trastorno está en el cromosoma número 11, que es el cromosoma que contiene un gen que se considera que incrementa el riesgo de esquizofrenia en los seres humanos.

Los resultados de dicho estudio simbolizan importantes conexiones genéticas para alcanzar una mejor comprensión de los mecanismos moleculares que se esconden tras el trastorno compulsivo canino y el trastorno obsesivo compulsivo humano.


 


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